ROMÁNTICOS O REALISTAS

Leemos y hablamos sobre Literatura

Hemos hablado ya sobre qué entendemos por ser romántico y realista desde nuestra propia experiencia, pero ahora vamos a comprobar cómo entendían este concepto los escritores románticos y realistas del siglo XIX.

Biblioteca
Irene Gonzalezleer ayer y hoy (CC BY-SA)

En esta secuencia vamos a acercarnos a la literatura de esta época para conocer cómo sentían y pensaban los escritores románticos y realistas y relacionarlos con nuestra manera de sentir y entender la vida, el amor, la sociedad… Seguramente nos daremos cuenta de que no somos tan distintos. Ciertos sentimientos y preocupaciones del ser humano perviven en todos los tiempos con formas un poco diferentes.

Leeremos y compartiremos nuestras sensaciones, sentimientos y opiniones en torno a lo leído para acabar haciendo una tertulia literaria. Los textos que vamos a leer (en algunos casos fragmentos) están recogidos también en la Antología

Según vamos leyendo debemos ir seleccionando también los textos o fragmentos que más nos gusten. Los podemos ir guardando en nuestro Portafolio. Nuestros objetivos de aprendizaje son, pues, leer, escuchar, interpretar, reconocer y disfrutar de la literatura romántica. Y para valorar el trabajo hecho utilizaremos la herramienta de Evaluación de la tertulia literaria (descargar documento en formato editable odt y pdf).

Empezamos: el artista del mundo romántico…

Vamos a entrar en el mundo de los autores románticos leyendo un texto de Gustavo Adolfo Bécquer. Seguramente este autor os suena y seguro que habréis leído algo de él en cursos anteriores.

Escritor
janryeEscritor (CC0)

Bécquer escribió especialmente poesía pero también es famoso por sus Leyendas. ¿Sabéis qué es una leyenda? ¿Conocéis alguna? 

Vamos a leer una de sus leyendas más famosas y a partir de ella compartiremos nuestras sensaciones. acerca de este mundo romántico. Su título es “El rayo de luna”. Seguro que la palabra «luna» ya nos va sugiriendo algo… 

Entramos en la leyenda (que también podéis encontrar en la Antología) y comenzamos a leer. Podéis hacer clic en el reproductor para acompañar la lectura con una música romántica.

Vamos a leer el texto hasta la frase “… pero al llegar se detiene”. Ahí pararemos un momento como se nos indica en el propio texto. Haremos esa pequeña parada de 3 minutos inmersos en el misterio…, el suspense… e imaginamos el final de la historia contestando a las preguntas que se nos plantean: ¿la encontrará? ¿qué pasará? ¿cómo reaccionará ella? ¿cómo será? Lo comentamos en el equipo y luego lo compartimos en gran grupo. ¿Qué finales hemos imaginado? Seguido, volveremos al texto y terminaremos de leer la historia. ¿Qué ha ocurrido? ¿Se parece en algo a nuestros finales? ¿Os imaginabais que acabaría así?

Vamos a pensar un poco sobre la historia que acabamos de leer y compartir nuestra experiencia de lectura: ¿qué nos sugiere? En equipos nos ayudamos de la plantilla de lectura (descargar documento en formato editable odt y pdf) para compartir nuestras sensaciones. Luego lo comentaremos en el gran grupo.

Fijaos también en esta rima del propio Bécquer «Cendal flotante de leve bruma…» y en el poema «En los ecos del órgano o en el rumor del viento…» de Rosalía de Castro, otra poetisa romántica. Aquí, en forma de poema, parece que ambos nos quieren expresar lo mismo que la leyenda ¿no?

Comparando estereotipos románticos

Manrique es un ejemplo de hombre/héroe romántico. ¿Cómo lo describiríamos ? ¿Está loco? ¿Entendemos su idea del amor? ¿Nos sentimos identificado con él? Podríamos decir que es «el soñador». Pero podemos encontrar otros modelos románticos un poco distintos.

Leemos de nuevo la descripción de Manrique, la Canción del Pirata de Espronceda (la podemos escuchar también en versión rap) , y el fragmento de Don Juan Tenorio donde el protagonista se describe a sí mismo.

Según lo vamos leyendo apuntamos en la plantilla las palabras que mejor definen a cada personaje/autor y las sensaciones que nos producen.

¿Estos estereotipos perviven en la actualidad? A veces oímos decir de alguien que es «un don juan» ¿Qué significa? La imagen del pirata también la vemos a menudo en la actualidad, en películas, canciones… ¿Y los soñadores idealistas como Manrique? ¿Existen hoy en día? ¿Nos sentimos identificados con alguno de ellos? La literatura de cualquier época, a menudo, habla de nuestra propia vida, de nuestras preocupaciones y deseos. Esa es su grandeza.

Los vaivenes del amor romántico

Uno de los temas fundamentales en el romanticismo es el amor. Bécquer, Espronceda, Zorrilla… todos escribieron sobre el amor. A Bécquer, de hecho, se le suele llamar el poeta del amor. Sus Rimas son muy famosas y seguro que conocéis algunas de ellas. Incluso las habéis leído estando enamorados. Pero también las mujeres hablaban de amor, por ejemplo, Rosalía de Castro. ¿Cómo vivían los románticos el amor? ¿Cómo lo vivimos nosotros?

Corazón

Leemos primero la rima de Bécquer «Yo soy ardiente, yo soy morena…» que parece definir qué era el amor para él, o más bien el amor imposible. Nos puede parecer absurdo buscar un amor que no existe, que no podemos vivir, pero… quizás en la realidad no sea tan extraño, tal vez ocurre más a menudo de lo que quisiéramos.

Como podéis imaginar, con este concepto del amor, lo más probable es que para Bécquer la experiencia amorosa no fuera muy satisfactoria. Vamos a leer varias Rimas (las podéis encontrar también, junto con algunas otras, en la Antología) en las que habla de ello.  Como veremos, el poeta va pasando por momentos diferentes del amor. Después de leer las rimas trataremos de identificar cómo  se siente el poeta en cada una de ellas. Pensad si vosotros habéis experimentado alguna vez esa misma sensación. Os proponemos leerlas con una música romántica como fondo.

Rima XXIV: Dos rojas lenguas de fuego

Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan y al besarse
forman una sola llama;

dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;

dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;

dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allí en el cielo
forman una nube blanca:

dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden…:
eso son nuestras dos almas.

Rima XLI: Tú eras el huracán y yo la alta torre

Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o abatirme!…
¡No pudo ser!

Tú eras el Océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén
¡tenías que romperte o que arrancarme!…
¡No pudo ser!

hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
¡No pudo ser!

Rima LIII: Volverán las oscuras golondrinas

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas… ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día….
ésas… ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate,
¡así no te querrán!

Entramos en la Plantilla para la lectura de las rimas .Escribimos los sentimientos que nos sugiere cada rima y hacemos un dibujo o buscamos una imagen que lo represente. ¿Nos hemos sentido así alguna vez? ¿El poeta expresa bien los sentimientos amorosos? ¿Así vivimos el amor?

Lo compartimos en el equipo y luego lo ponemos en común en gran grupo.

El romanticismo en pocas palabras

Para terminar, revisamos las dos plantillas y, con las palabras más significativas que hayan ido saliendo en el equipo, podemos crear nuestra «Nube de palabras románticas». Para ello podemos utilizar la aplicación digital Tagul (consultar la ayuda para usarla) o hacerlo en una cartulina, a modo de collage.

Retratando la realidad

En la segunda mitad del siglo XIX los escritores realistas estaban interesados en retratar la realidad. Como si de un reportero se tratara, con una cámara al hombro, trataban de registrar lo que veían, lo que oían, lo que pasaba a su alrededor… Vamos a leer ahora algunos textos de autores realistas y comprobaremos si nos parecen diferentes de los románticos. Nos fijaremos también en esa realidad que plasman ¿se parece a la nuestra? ¿es muy diferente?

Reportero
José Ángel FotografíaReportero (CC BY)

Estos textos son fragmentos de tres novelas de la época; están también recogidos en la Antología junto con otros fragmentos y un resumen del argumento de cada obra que nos ayudará a entenderlos mejor.

Vamos ahora a leer los textos y, en equipo, vamos rellenando la Plantilla para la lectura de los textos realistas  (descargar el documento en formato editable odt y en pdf) y comentando lo que  nos llama más la atención de cada uno. 

TEXTO 1: Fragmento de «Misericordia» de Benito Pérez Galdós

En la puerta de la Iglesia de San Sebastián, en Madrid, se juntan un grupo de mendigos, entre los que se encuentran Doña Benina y el ciego Almudena, protagonistas de la novela…

«Mucho más numerosa y formidable que por el Sur es por el Norte la cuadrilla de miseria, que acecha el paso de la caridad. (…)

«-Cállate, mala lengua.

-Mala lengua tú, y… ¿quieres que te lo diga?… ¡adulona!

-¡Lenguaza!».

Eran tres las que así chismorreaban, sentaditas a la derecha, según se entra, formando un grupo separado de los demás pobres, una de ellas ciega, o por lo menos cegata; las otras dos con buena vista, todas vestidas de andrajos, y abrigadas con pañolones negros o grises. (…) 

Empezaba a salir gente, y caían algunas limosnas, pocas. Los casos de ronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel día las escasas moneditas de cinco y dos céntimos iban a parar a las manos diligentes de Eliseo o de la caporala, y algo le tocó también a la Demetria y a señá Benina. Los demás poco o nada lograron, y la ciega Crescencia se lamentó de no haberse estrenado. (…)

La mujer de negro vestida, más que vieja, envejecida prematuramente, era, además de nueva, temporera, porque acudía a la mendicidad por lapsos de tiempo más o menos largos, y a lo mejor desaparecía, sin duda por encontrar un buen acomodo o almas caritativas que la socorrieran. Respondía al nombre de la señá Benina (de lo cual se infiere que Benigna se llamaba), y era la más callada y humilde de la comunidad, si así puede decirse; bien criada, modosa y con todas las trazas de perfecta sumisión a la divina voluntad. (…) Con todas y con todos hablaba el mismo lenguaje afable y comedido; trataba con miramiento a la Casiana, con respeto al cojo, y únicamente se permitía trato confianzudo, aunque sin salirse de los términos de la decencia, con el ciego llamado Almudena, del cual, por el pronto, no diré más sino que es árabe. (…) Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y obscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera, y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente; sobre ella pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras ancianas.»

TEXTO 2: Fragmento de «Fortunata y Jacinta», de Benito Pérez Galdós

Juanito de la Cruz, actualmente casado con Jacinta, se reencuentra con Fortunata, con la que había tenido una relación amorosa, después de haberla buscado por todo Madrid, y retoman su relación…

«Esto de alquilar la casa próxima a la tuya—dijo Santa Cruz—, es una calaverada que no puede disculparse sino por la demencia en que yo estaba, niña mía, y por mi furor de verte y hablarte. Cuando supe que habías venido a Madrid, ¡me entró un delirio…! Yo tenía contigo una deuda del corazón, y el cariño que te debía me pesaba en la conciencia. Me volví loco, te busqué como se busca lo que más queremos en el mundo. No te encontré; a la vuelta de una esquina me acechaba una pulmonía para darme el estacazo… caí».

— ¡Pobrecito mío!… Lo supe, sí. También supe que me buscaste. ¡Dios te lo pague! Si lo hubiera sabido antes, me habrías encontrado.

Esparció sus miradas por la sala; pero la relativa elegancia con que estaba puesta no la afectó. En miserable bodegón, en un sótano lleno de telarañas, en cualquier lugar subterráneo y fétido habría estado contenta con tal de tener al lado a quien entonces tenía. No se hartaba de mirarle.

 « ¡Qué guapo estás!».

— ¿Pues y tú? ¡Estás preciosísima!… Estás ahora mucho mejor que antes.

— ¡Ah!, no—repuso ella con cierta coquetería—. ¿Lo dices porque me he civilizado algo? ¡Quiá!, no lo creas: yo no me civilizo, ni quiero; soy siempre pueblo; quiero ser como antes, como cuando tú me echaste el lazo y me cogiste.

— ¡Pueblo!, eso es—observó Juan con un poquito de pedantería—; en otros términos: lo esencial de la humanidad, la materia prima, porque cuando la civilización deja perder los grandes sentimientos, las ideas matrices, hay que ir a buscarlos al bloque, a la cantera del pueblo.

Fortunata no entendía bien los conceptos; pero alguna idea vaga tenía de aquello.

«Me parece mentira—dijo él—, que te tengo aquí, cogida otra vez con lazo, fierecita mía, y que puedo pedirte perdón por todo el mal que te he hecho…».

—Quita allá… ¡perdón! —exclamó la joven anegándose en su propia generosidad—. Si me quieres, ¿qué importa lo pasado?

En el mismo instante alzó la frente, y con satánica convicción, que tenía cierta hermosura por ser convicción y por ser satánica, se dejó decir estas arrogantes palabras:

«Mi marido eres tú… todo lo demás… ¡papas!».

Elástica era la conciencia de Santa Cruz, mas no tanto que no sintiera cierto terror al oír expresión tan atrevida. Por corresponder, iba él a decir mi mujer eres tú; pero envainó su mentira, como el hombre prudente que reserva para los casos graves el uso de las armas.»

Texto 3: Fragmento de «La Regenta», de Clarín

Ana Ozores, la regenta, huérfana de padre y madre y sin un gran nivel económico, es aparentemente aceptada en la sociedad de Vetusta en “la clase”, es decir, entre la gente de la aristocracia, y sus tías planean su posible casamiento…

«Su belleza salvó a la huérfana. Se la admitió sin reparo en “la clase”, en la intimidad de la clase por su hermosura. Nadie se acordaba de la modista italiana. -Tampoco Ana debía mentarla siquiera, según orden expresa de las tías-. Se había olvidado todo, incluso el republicanismo del padre, todo: era un perdón general. Ana era de “la clase”; la honraba con su hermosura, como un caballo de sangre y de piel de seda honra la caballeriza y hasta la casa de un potentado.

Las señoritas nobles no envidiaban mucho a Anita, porque era pobre. Para ellas la hermosura era cosa secundaria; daban más valor a la dote y a los vestidos, y creían que las proporciones -los novios aceptables- harían lo mismo. Sabían a qué atenerse. En las tertulias, en los bailes, en las excursiones campestres no le faltarían a la sobrina adoradores; los muchachos de la aristocracia eran casi todos libertinos más o menos disimulados; les atraería la hermosura de Ana, pero no se casarían con ella. (…)

El cálculo de las tías respecto al matrimonio de Ana no se había modificado a pesar de la gran hermosura de su sobrina. Por guapa no se casaría con un noble; era preciso abdicar, dejarla casarse con un ricacho plebeyo. Entre tanto, se necesitaba mucha vigilancia y tener advertida a la niña. (…)

-En el mundo en que has entrado, y al que perteneces de derecho, es necesario… un ten con ten especial. (…) Sobre todo en el trato con los hombres. Tú habrás notado que en público los de la clase jamás faltan a la más estricta y meticulosa… eso, decencia (…) Pero, si lo que no es de esperar (…)  alguno se propasase a mayores, lo que se llama mayores, sobre todo, tomándolo en serio y obsequiándote (palabra de la juventud de doña Anuncia), obsequiándote en regla, entonces no te fíes; déjale decir, pero no te dejes tocar. Al que te proponga amores formales, no le toleres pellizcos, ni nada que no sea inofensivo. Escandalizarse es ridículo, es como no saber con qué se come alguna cosa… (…)  Y tolerar demasiado es exponerse. Tú no te has de casar con ninguno de ellos…

-Ni gana, tía -dijo Anita sin poder contenerse, pesándole en seguida de haberlo dicho. (…)

-Eso de la gana te lo guardas para ti -exclamó doña Anuncia, puesta en pie otra vez, y dejando caer el Werther al suelo.

-Eres muy orgullosa -añadió. (…) Pero lo que importa es que tú no olvides lo que te digo. Es necesario que dejes antes de entrar en casa de la marquesa ese aire displicente y ese tonillo seco, porque es una impertinencia. Lo que está bien, muy bien, y ya ves como lo bueno se te alaba, es que en público mantengas el severo continente que merece no menos elogios del público que tu palmito y buen talle.

-Sí, hija mía -interrumpió doña Águeda-. Es necesario sacar partido de los dones que el Señor ha prodigado en ti a manos llenas.

Ana se moría de vergüenza. Estos elogios eran el mayor martirio. Se figuraba sacada a pública subasta. Doña Águeda y después su hermana trataron con gran espacio el asunto de la cotización probable de aquella hermosura que consideraban obra suya. Para doña Águeda la belleza de Ana era uno de los mejores embutidos; estaba orgullosa de aquella cara, como pudiera estarlo de una morcilla.»

Románticos v.s Realistas

Vaya cambio ¿no? Los autores realistas, a diferencia de los románticos, se centran en la realidad. Les interesa observarla, analizarla, describirla, a menudo con sentido crítico, y también cambiarla, pero lo hacen de una forma, como no podía ser de otro modo, más realista, más probable. No huyen, ni chocan con ella. La afrontan para, desde ahí, darla a conocer y transformarla.

Los propios autores realistas, como Juan Valera en un fragmento de su novela Pepita Jiménez, hacen alusión a sus diferencias con los autores románticos. El narrador cuenta aquí el encuentro entre dos amantes después de mucho tiempo y muchas dificultades (Pepita y Don Luis) y seguidamente juega con la idea de… ¿cómo habrían contado eso mismo los autores románticos? Leemos el texto y subrayamos esas diferencias.

Juguemos nosotros/as también un poco. Pensemos en el Texto 2, en el que se cuenta el reencuentro de Juanito de la Cruz con Fortunata, su amante, después de haberla buscado durante mucho tiempo. ¿Se parece en algo a la búsqueda de Manrique en el Rayo de Luna? ¿Se parece al amor romántico que hemos visto anteriormente? ¿Hubiera sido igual si lo hubiera contado Espronceda o Bécquer? ¿Qué cambiaría… en los personajes, el espacio, el ambiente, la acción,  el lenguaje…? Lo comentamos en el equipo ayudándonos de la Plantilla de Comparación: realistas versus románticos.

Ahora ponemos en común, en gran grupo, los resultados de las dos plantillas con las que que hemos trabajado.

El realismo en pocas palabras

Por último, a partir de las sensaciones que nos han producido los textos y usando las palabras clave que hemos ido apuntando en la plantilla vamos a crear también nuestra Nube de palabras realistas y románticas. Trabajamos en equipo. El resultado puede presentarse en la aplicación digital Tagul (consultar la ayuda para usarla), en una cartulina, a modo de collage.

Podemos publicarlas, o imprimirlas y pegarlas en las paredes de la clase junto con las que hemos hecho anteriormente.

La tertulia literaria: compartiendo lecturas

Duración: 1 sesión

Cuando leemos un texto que nos gusta nos apetece hablar sobre él, comentarlo con alguien, compartir lo que más nos ha gustado… En definitiva, esto es lo que se hace en una tertulia: compartir nuestra experiencia lectora. En este caso leeremos un cuento de la escritora Emilia Pardo Bazán, titulado El indulto y haremos una tertulia sobre él.

Pardo Bazán era una escritora realista y en este cuento trata sobre la situación de la mujer en su época. Ya hemos ido conociendo en los textos anteriores cómo veían a la mujer los autores románticos y los realistas (el amor imposible de Manrique, el Don Juan conquistador, el amor entre Fortunata y Juanito de la Cruz, la estrategia de casamiento de las tías de Ana en la Regenta… ), y cómo entendían el amor y las relaciones hombre/mujer los unos y los otros, pero ahora lo haremos de la mano de esta gran escritora. ¿Tendrá  Pardo Bazán, al ser mujer, una visión diferente que sus propios contemporáneos…?  Vamos a descubrirlo leyendo su cuento.

Al leer un texto cada persona hace su propia lectura y se fija en aspectos diferentes, quizás porque conectan con sus vivencias, sentimientos, preocupaciones… Por eso, en primer lugar, leemos el cuento individualmente, intentando comprender su sentido, y marcamos esas ideas, esas frases que nos tocan especialmente. Después vamos a enriquecer nuestra experiencia lectora participando en una tertulia literaria para contrastar nuestras impresiones con las de nuestros compañeros y compañeras. Ya sabemos lo que es una tertulia literaria porque hicimos una en el REA «Historias de ayer para gente de hoy«.

Women's collage
carmichaellibraryWomen’s History Month Collage (CC BY)

Como ya sabemos, la tertulia literaria es una actividad en la que las personas se reúnen para habar y comentar un clásico de la Literatura Universal. En la tertulia no hay alguien que impone su opinión o su visión de la obra a los demás participantes. Todos podemos opinar y expresar qué es lo que nos ha llamado la atención del texto leído, qué es lo que nos ha emocionado, qué relación tiene con nuestra vida… En una tertulia literaria se reflexiona sobre lo que la obra le dice a cada lector y lectora, por eso todas las participaciones son importantes. Recordamos sus normas 

La participación en la tertulia será evaluada mediante la hoja de observación de una tertulia literaria. Por su parte, el acta de la tertulia formará parte del portafolio. 

Como ya habremos comprobado, el texto pone de manifiesto la situación de la mujer en aquella época y, como hemos visto, conecta con muchas de las preocupaciones actuales de las mujeres. Es relevante constatar que ya a finales del siglo XIX autoras como Pardo Bazán recogían tan lúcidamente las reivindicaciones feministas.

Pero no solo Pardo Bazán, también Rosalía de Castro y otras autoras tanto románticas como realistas hacen análisis muy progresistas sobre el papel de la mujer en su época y la necesidad de cambio que ya se perfilaba.

Para saber más sobre el tema podemos entrar en la Antología , en la página de Rosalía de Castro y de Emilia Pardo Bazán para ver otros textos literarios relacionados con el tema y algunas de sus opiniones al respecto.

Pensar para aprender: completo el semáforo de mi aprendizaje

Para aprender es importante pensar sobre lo hecho. Por ello, al acabar cada secuencia de aprendizaje es importante aclarar qué emociones o sensaciones nos ha despertado, qué dificultades hemos encontrado, qué hemos aprendido, qué podemos cambiar… Así que, antes de empezar otra secuencia del proyecto, terminaremos haciendo una reflexión sobre lo trabajado en los últimos días.

Luces de semáforo
Sulox32Semáforo (Dominio público)

Vamos a utilizar la segunda versión del  “Semáforo de de mi aprendizaje”. Utilizaremos la plantilla (descargar documento en formato editable odt y en pdf) que hemos preparado para anotar los resultados de nuestra reflexión de manera individual, y la guardaremos, con nuestro nombre, en el apartado individual del portafolio de grupo. Esta reflexión debe servir para:

  • Aclarar los puntos fuertes de nuestro trabajo.
  • Resolver las dudas sobre nuestro trabajo.
  • Reconocer los elementos que han resultado más complicados.

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