UNIDAD 4. EL QUIJOTE. LA ETOPEYA DE UN HÉROE VENCIDO (4).

«Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades» Miguel de Cervantes

 ¿Por qué los profesores de Literatura «damos tanto la tabarra» con El Quijote? ¿Por qué hasta los que no la han leído nunca pueden resumir su argumento? ¿Qué hace que esta obra sea tan conocida desde el mismo momento en que fue publicada hasta hoy en día? ¿Por qué está considerada una obra cumbre de la literatura castellana y una de las más importantes de la literatura universal? ¿Por qué sigue siendo vigente?  En 2005 RTVE realizó el documental Cervantes y la leyenda de don Quijote ; en él intentan dar respuesta a todas estas cuestiones.

CERVANTES, NOVELISTA

«Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto».

SEMBLANTE BIOGRÁFICO

Cervantes es un escritor entre dos mundos. Su creación literaria, aparecida entre 1585 y 1616, es síntesis y
cristalización del Humanismo y la cultura renacentista y, a la vez, reflejo del desencanto y la preocupación
del espíritu barroco. Unida a la experiencia vital, su obra es fruto del contacto personal con el mundo en
un periodo histórico en el que el vigor del imperio español empieza a declinar.
Miguel de Cervantes (1547-1616) conoció la historia de España a lo largo de tres reinados: nació en los
últimos años del reinado de Carlos I; fue testigo directo de la grandeza imperial con Felipe II; y supo ver
la decadencia que se avecinaba en tiempos de Felipe III. Su vida, llena de enigmas y peligros, transcurrió,
pues, a caballo entre dos siglos, cruciales en la historia y en la cultura española.
Poco sabemos con absoluta certeza de la vida del más universal de nuestros escritores, pero lo que se
sabe, sin duda, es fascinante ( en el siguiente enlace encontraréis la biolgrafía completa que preparó uno
de los mejores conocedores de Cervantes y su obra, el hispanista Jean Canavaggio
http://www.cervantesvirtual.com)

Una vida familiar precaria

El autor de El Quijote nació en Alcalá de Henares en 1547, hijo de Leonor de Cortinas y de Rodrigo de
Cervantes, médico cirujano. Debido a que su padre debía buscar plazas en las que obtener mejores
beneficios para alimentar a sus siete hijos, pasó Cervantes su infancia y su primera juventud en distintas
ciudades: Valladolid, Córdoba, Sevilla, Madrid…
De sus veinte primeros años de vida y, más especialmente, de su formación académica, no se sabe nada
seguro. Tampoco se puede asegurar que compartiera las estancias sucesivas de su padre. En cambio, se encuentra instalado con su familia en Madrid en 1566, en un momento en que Felipe II acaba de establecer allí su Corte. Tres años después, Cervantes inicia su carrera de escritor con cuatro composiciones poéticas incluidas por su maestro, el humanista Juan López de Hoyos, rector del Estudio de la Villa, en la Relación oficial que se publica con motivo de la muerte de la reina Isabel de Valois. En ella el editor le llama “caro y amado discípulo”, sin que esta breve mención nos permita apreciar el grado de estudios alcanzado por un muchacho que no llegó a matricularse en ninguna Universidad.

Precipitada y misteriosa huida a Italia

En 1569 Cervantes se va a Roma: partida repentina, ocasionada tal vez, si hemos de dar fe a una provisión real encontrada en el siglo XIX en el Archivo de Simancas, por un duelo en el que resultó herido Antonio de Sigura, un maestro de obras que pasaría más tarde a ocupar el cargo de intendente de las construcciones reales.

«Sepades que por los alcaldes de nuestra casa y corte se ha procedido en rebeldía contra un Miguel de
Cervantes, absente, sobre razón de haber dado ciertas heridas en nuestra corte a Antonio de Sigura,
andante en esta corte, sobre lo cual el dicho Miguel de Cervantes por los dichos nuestros alcaldes fue
condenado a que, con vergüenza pública, le fuese cortada la mano derecha, y en destierro de nuestros
reinos por tiempo de diez años, y en otras penas contenidas en la dicha sentencia.»

A juzgar por el contenido del documento, el culpable — un tal Miguel de Cervantes, estudiante — había
huido a Sevilla y era condenado en rebeldía a que le cortaran públicamente la mano derecha y a ser
desterrado del reino por diez años. Fuese o no autor de esa herida, Miguel pasa unos meses en Roma, al
servicio del joven cardenal Acquaviva.

La influencia de la Italia renacentista es clara tanto en algunos géneros que recrea (las Novelas
Ejemplares, por ejemplo) como en la admiración que manifiestan los personajes de algunas de sus obras
por este país. Cervantes guarda especial buen recuerdo de su estancia en Nápoles, donde, al parecer, se
introdujo en varios círculos literarios.

Una noble forma de ganarse la vida

Pero pronto abraza la carrera de las armas, en una fecha incierta, aunque parece situarse en el verano de 1571, alistándose en la compañía de Diego de Urbina, en la que ya militaba su hermano Rodrigo. Esta determinación, tomada en el momento en que la Armada de la Santa Liga, a las órdenes de don Juan de Austria, va a hacer frente a la amenaza turca, acrecentada por la conquista de Chipre, le lleva a embarcarse en la galera Marquesa, llegando a combatir -«muy valientemente», al decir de sus compañeros- en la batalla de Lepanto.

En esta circunstancia, a pesar de padecer calentura, se niega a «meterse so cubierta», ya que «más quería morir peleando por Dios e por su rey»; y, en el puesto de combate que se le asigna -el lugar del esquife-, situado en la popa del navío y particularmente peligroso, recibe dos disparos de arcabuz en el pecho, en tanto que un tercero le hace perder el uso de la mano izquierda; de ahí el sobrenombre que le daría la posteridad: «El manco de Lepanto».

El mismo Cervantes evocaría, orgulloso contra Avellaneda, el suceso en el prólogo al Quijote de 1615:
«Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga; y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella.”

Cinco años secuestrado

Una vez recuperado de sus heridas en Mesina, Cervantes toma parte de diversas acciones militares con desigual fortuna, en 1572 y 1573, por don Juan de Austria en Navarino, Corfú y Túnez. Finalmente, decide regresar a España para conseguir el premio de sus servicios, con cartas de recomendación de don Juan y del duque de Sessa.

El 26 de septiembre de 1575, la galera Sol, en la que había embarcado semanas antes, cae en manos del corsario Arnaut Mamí, a la altura de las costas catalanas, no lejos de Cadaqués. Llevado a Argel como
esclavo, Cervantes padece un cautiverio de cinco años que dejará profunda huella en su obra, y muy especialmente en sus comedias de ambiente argelino —Los tratos de Argel y Los baños de Argel— así como en el cuento del Cautivo, interpolado en la primera parte del Quijote.

Conocemos el cautiverio de Cervantes gracias a las declaraciones que, en 1578 y 1580, se hicieron a
petición de Cervantes, las cuales recogen informaciones de amigos y compañeros de milicia y esclavitud;
gracias también a las pruebas que se conservan de las gestiones emprendidas por la familia de Miguel para obtener su rescate y el de su hermano; gracias, por último, a los datos que nos facilita la Topographia e historia general de Argel, publicada en 1612 por fray Diego de Haedo, que, posteriormente se ha atribuido al doctor Antonio Sosa, compañero de Miguel de Cervantes, e incluso al propio Cervantes, donde se nos dice que del cautiverio y las hazañas del manco de Lepanto “pudiera hacerse particular historia”.

Entre estas hazañas cabe destacar sus cuatro intentos frustrados de evasión, dos por tierra y dos por mar, en las cuales siempre quiso asumir la responsabilidad. La última vez, en noviembre de 1579, es denunciado por el doctor Juan Blanco de Paz, y comparece ante Hazán Bajá, rey de Argel, que tenía fama de vengativo y cruel. Sorprendentemente, no es condenado a muerte, probablemente por la colaboración de Cervantes en los contactos de paz que los turcos intentaron establecer con Felipe II, por medio de un esclavo renegado, llamado Agi Morato, incorporado más tarde por el escritor a sus ficciones. Finalmente, mientras su familia realiza grandes esfuerzos por conseguir su libertad, es rescatado el 19 de septiembre de 1580, al precio de 500 ducados, por los padres trinitarios.

Sin reconocimientos por su trabajo

Tras ser liberado de su cautiverio en Argel, Cervantes intentó integrarse en la sociedad haciendo valer sus méritos de guerra por haber participado en la batalla de Lepanto. Sin embargo, las autoridades no reconocieron esos méritos. Tan solo le encargaron en 1581 una breve misión a Orán, donde se entrevista con el alcaide de Mostagán y cuya finalidad exacta se ignora.

Cervantes y el amor…

Al volver a Madrid, inicia una vida marcada por varios episodios íntimos: unos presuntos amores con Ana Franca de Rojas, esposa de un tabernero, que le dará una hija natural, Isabel, nacida en otoño de 1584; en diciembre de ese año, contrae matrimonio con Catalina de Salazar, diecinueve años más joven que Cervantes e hija de un hidalgo recién fallecido de Esquivias. Pronto la deja en el pueblo para buscarse la vida por España. En 1601, Felipe III fija la corte en Valladolid y en 1604 allá van los Cervantes a ganarse la vida. Catalina liquida la herencia materna en provecho de sus hermanos y acompaña a Cervantes a la nueva capital. Ya no se separarán hasta su muerte. Las condiciones de vida no fueron nada buenas: vivían en un cuchitril a orillas del Esgueva. En 1606 se asientan en Madrid con el nuevo cambio de Corte. Catalina morirá en 1620.

Las mujeres de Cervantes

Ana Franca, misteriosa amante. Es una de las mujeres misteriosas en la vida de Cervantes, con la que tuvo una hija, Isabel. Si la relación con ella es cierta, debió de empezar hacia 1584 porque en los sucesos de Valladolid, 1605, su hija Isabel confiesa tener 20 años. Algunos investigadores afirman que Isabel era, en realidad, hija natural de Magdalena, la hermana de Cervantes. En todo caso, Magdalena asumirá el cuidado de Isabel, que se llamará Isabel de Saavedra, nieta del Licenciado Juan de Cervantes. Isabel formará parte del clan de los Cervantes y seguirá las andanzas de sus tías y de su prima Constanza, la hija de Andrea.

Leonor de Cortinas, una madre coraje…La madre de Cervantes se entregó en cuerpo y alma para liberarlo del cautiverio de Argel. En 1576 se dirigió al Consejo de la Cruzada y, haciéndose pasar por viuda, solicitó un préstamo de 60 ducados. Y en 1578 pidió permiso al Consejo de Guerra para participar en una operación comercial que le permitiera liberar a sus hijos. En 1579, Leonor de Cortinas, falsa viuda de nuevo, entrega al trinitario Fray Juan Gil 300 ducados: todo lo que habían podido reunir. El trinitario aportará los 200 restantes del fondo general ante la imposibilidad de rescatar a otro cautivo por el que piden mil ducados.

Las hermanas de Cervantes. Andrea y Magdalena: las hermanas liberales

Ninguna de las hermanas de Cervantes se casó. Dos de ellas llevaron una vida liberal y se convirtieron en amantes de hombres ricos que las mantenían. Cervantes asumió la forma de vida de sus hermanas con toda la dignidad del mundo y nunca puso ninguna traba al desarrollo de su actividad. Antes bien, contribuyó a ello, entendiendo que era su voluntad y que la voluntad de la mujer, como la del hombre, debe ser respetada.

La primera aventura amorosa de Andrea en Sevilla tendrá unas notables consecuencias para la familia Cervantes y será el inicio de una larga vida en la que la relación con los hombres se convierte en un negocio para la subsistencia. El noble Nicolás de Obando se enamoró de Andrea y le pidió matrimonio. De esta relación nacerá Constanza, pero el compromiso de matrimonio se rompe y Andrea pide una notable compensación económica. En 1568, ya en Madrid, Andrea mantiene relaciones con un rico genovés, Juan Francisco Locadelo, de quien recibirá nuevas dádivas. En los papeles, su profesión es la de costurera. Una de las aventuras más largas es la que mantiene, junto con Magdalena, con los hermanos Portocarrero, Alonso y Pedro. Magdalena tiene solo 17 años. Ellas serán las que aporten la mayor parte del dinero que liberará a Miguel y a Francisco de su secuestro en Argel.

Luisa: la hermana monja. Luisa profesó como monja carmelita en 1565 con el nombre de sor Luisa Belén, en el convento de la Imagen de Alcalá. Allí permanecerá el resto de su vida y allí fue elegida Superiora en 1593 y 1596 y Priora en 1617 y 1620.

Retorno a las letras

Durante estos años se sientan las bases de una auténtica industria del espectáculo promovida por las cofradías de beneficencia que mantienen hospicios y hospitales con las ganancias de los ingresos por espectáculos. Este impulso favorece la construcción de salas permanentes: los corrales de comedias. Allí empiezan a representarse las primeras obras de Cervantes, de las que nos han llegado dos en copias manuscritas: El trato de Argel y La Numancia. Por otra parte, se ignora el paradero de las veinte o treinta comedias que Cervantes declara haber compuesto por aquellos años. El mismo Cervantes explica en el prólogo a Ocho comedias y ocho entremeses, ya en 1615, cuál fue el final de sus intentos teatrales:

“Y esto es verdad que no se me puede contradecir, y aquí entra el salir yo de los límites de mi llaneza: que
se vieron en los teatros de Madrid representar Los tratos de Argel, que yo compuse; La destruición de
Numancia y La batalla naval, donde me atreví a reducir las comedias a tres jornadas, de cinco que tenían;
mostré, o, por mejor decir, fui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos
escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general y gustoso aplauso de los oyentes;
compuse en este tiempo hasta veinte comedias o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les
ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni
barahúndas. Tuve otras cosas en que ocuparme; dejé la pluma y las comedias, y entró luego el monstruo
de naturaleza, el gran Lope de Vega, y alzóse con la monarquía cómica; avasalló y puso debajo de su
juridición a todos los farsantes; llenó el mundo de comedias proprias, felices y bien razonadas, y tantas,
que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos, y todas (que es una de las mayores cosas que puede
decirse) las ha visto representar, o oído decir, por lo menos, que se han representado; y si algunos, que hay muchos, han querido entrar a la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que han escrito a la mitad de lo que él sólo.»
Prólogo de las Ocho comedias y ocho entremeses

La Galatea
De modo simultáneo, redacta la Primera parte de la Galatea, dividida en seis libros y que, en marzo de
1585, sale de las prensas al cuidado del librero Blas de Robles: un hito significativo en la trayectoria de la
narrativa pastoril, inaugurada a mediados del siglo XVI por La Diana de Montemayor. La Galatea es más
que una obra de mero principiante: expresa en una mezcla de prosa y versos intercalados, a través de la
búsqueda de una imposible armonía de almas y cuerpos, el sueño de la «Edad de Oro».
Cervantes, años más tarde, recordará con ironía los tópicos del género en El Coloquio de los perros —
ambiente bucólico, eterna primavera, quejas del amante que se enfrenta con la indiferencia de la amada—.
Comisiones andaluzas
A principios de junio de 1586, Cervantes se encuentra en Sevilla, tras despedirse de su mujer en circunstancias mal conocidas. Aprovecha los preparativos de la expedición naval contra Inglaterra,
decretada por Felipe II, para conseguir un empleo de comisario, encargado del suministro de trigo y aceite a la flota, bajo las órdenes del comisario general Antonio de Guevara.

Recorre los caminos de Andalucía para proceder a las requisas correspondiente, muy mal recibidas por
campesinos ricos y canónigos prebendados, aún más reticentes después del desastre, en el verano de 1588, de la Armada Invencible.

Decidido a emigrar a América

Deseoso de conseguir un oficio en el Nuevo Mundo,presenta el 21 de mayo de 1590, acompañada con su hoja de servicios, una demanda al Presidente del Consejo de Indias, destinada al Rey. En ella menciona, entre «los tres o cuatro que al presente están vaccos», «la contaduría del nuevo reyno de Granada», la «gobernación de la provincia de Soconusco en Guatimala», el de «contador de la galeras de Cartagena» y el de «corregidor de la ciudad de la Paz», concluyendo que «con qualquiera de estos officios que V. M. le haga merced, la resçiuirá, porque es hombre auil y suffiçiente y benemérito para que V. M. le haga merced». El 6 de junio, el doctor Núñez Morquecho, relator del Consejo, inserta al margen del documento una negativa expresada en los siguientes términos: «Busque por acá en que se le haga merced».

La fascinación por Sevilla

Sevilla ejerce sobre Cervantes una fascinación que contribuye a explicar sus prolongadas estancias allí,
lejos de Esquivias y de su esposa: acumula de esta forma un rico caudal de experiencias, aprovechado en
la elaboración de sus obras de ambiente sevillano, como la comedia de El Rufián dichoso o, entre las
Novelas ejemplares, El Celoso extremeño, Rinconete y Cortadillo y El coloquio de los perros. Por lo
que se refiere a su actividad de escritor, los pocos indicios de que disponemos —si se hace caso omiso de
la historia del Cautivo, probablemente redactada hacia 1590 e incluida ulteriormente en la Primera parte
del Quijote— son alguna que otra poesía de circunstancia y el contrato (a todas luces no cumplido),
firmado en 1592 con Rodrigo Osorio, autor de comedias, por el que se comprometía a componer seis
comedias «en los tiempos que pudiere».


Nuevos datos sobre Cervantes… y otra mujer misteriosa

Recientemente, el investigador José Cabello Núñez ha encontrado cuatro documentos relacionados con
Cervantes en archivos de Sevilla y de La Puebla de Cazalla (Sevilla). En uno de los documentos, fechado en marzo de 1593, se presenta un convenio entre Cervantes y el Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla para efectuar la requisa de trigo y cebada como comisario de la Hacienda Real. Hasta ahora, se creía que en esta época Cervantes andaba por Sevilla sin ejercer ninguna actividad.

Otro documento deja constancia de que el salario de Cervantes era entregado a una mujer llamada Magdalena Enríquez. Un poder notarial, firmado por el propio Cervantes, facultaba a Magdalena Enríquez para cobrar sus honorarios como comisario de Abastos.

Francisco Rico quita importancia a esta mujer, ya que al ser bizcochera (fabricante del bizcocho: una especie de galleta que servía de alimento a los condenados a galeras), pudo tener una relación puramente comercial con Cervantes, quien le pidió que cobrara sus honorarios, al tener que partir a otra comisión.

Primer encarcelamiento

Con el pretexto de que, ejerciendo su comisaría, había vendido trescientas fanegas de trigo sin autorización, el corregidor de Écija encarceló a Cervantes en Castro del Río (1592). Cervantes apeló y fue libertado.

Segunda prisión

Cárcel Real de Sevilla

En agosto de 1594 se ofrece a Miguel de Cervantes una nueva comisión que lo lleva a recorrer el reino de Granada, con el fin de recaudar dos millones y medio de maravedís de atrasos de alcabalas y otros impuestos y depositó lo recaudado en una casa de banca de Sevilla.

Cuando regresa a Sevilla, se produce la bancarrota del negociante Simón Freire, en cuya casa había depositado Cervantes las cantidades recaudadas. Su fiador, el sospechoso Francisco Suárez Gasco, pide su comparecencia, pero el juez Vallejo lo envía directamente a la cárcel real de Sevilla, cometiendo, por torpeza o por malicia, un auténtico abuso de poder.

Su estancia en la cárcel se prolongó varios meses del año 1597 y le dio ocasión a tener un trato prolongado con el mundo variopinto del hampa, verdadera sociedad paralela con su jerarquía, sus reglas y su jerga.

No conocemos la fecha exacta en que Cervantes recobró la libertad. Pero conservamos la respuesta del rey a su demanda, por la que conminaba al juez Vallejo a soltar al prisionero para que se presentara en Madrid en un plazo de treinta días. No se sabe si éste cumplió el mandamiento, pero Cervantes se despidió definitivamente de Sevilla en el verano de 1600, en el momento en que baja a Andalucía la terrible peste negra que, un año antes, había diezmado Castilla.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Casa de Cervantes en Valladolid

Se ignora casi todo de la vida de Cervantes durante los años en los que redacta la Primera parte del Quijote.

En agosto de 1600 queda atestiguada su presencia en Toledo. En enero de 1602 se sabe que estuvo en Esquivias en el bautismo de la hija de un matrimonio amigo. En el verano de 1604 se trasladó con su mujer a Valladolid, donde se reúne con sus hermanas, Andrea y Magdalena,  su hija Isabel  y su sobrina Constanza. Allí encuentra al editor Francisco de Robles y consigue, el 26 de septiembre, el privilegio real que necesitaba para publicar su nuevo libro.

Antes de publicar el libro, siguiendo la tradición del momento, Cervantes buscó algún autor de renombre que le escribiese unas poesías de elogio para que aparecieran en las primeras páginas de su obra. Pero no encontró a nadie dispuesto; probablemente  porque todos los que leían la novela la juzgaban mal: veían en El Quijote una rareza, una extravagancia que no se ajustaba a las modas del momento. No era ni un poema heroico, ni una novela pastoril ni tampoco una novela picaresca. Era solo una sátira sobre los libros de aventuras.

En los últimos días de diciembre de 1604 sale El Quijote de las prensas madrileñas de Juan de la Cuesta, y muy pronto se observan los primeros indicios de su éxito.

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Cervantes obtiene en marzo un nuevo privilegio para publicar en Portugal y Aragón; se publican en Lisboa dos ediciones piratas y una segunda edición madrileña aparece en verano. Mientras tanto, los primeros cargamentos de la primera edición son registrados en Sevilla y enviados a las Indias. Por estas mismas fechas, don Quijote y Sancho aparecen por todas partes en los cortejos, bailes y mascaradas organizados durante las fiestas dadas en honor del embajador inglés, lord Howard, con motivo de la ratificación de las paces firmadas el año anterior con el rey Jacobo I.

Un asesinato a la puerta de su casa

El mismo año de la publicación del Quijote, una nueva desgracia cae sobre Cervantes. La noche del 27 de junio de 1605 es herido mortalmente por un desconocido, ante la puerta de la casa del escritor, el caballero navarro Gaspar de Ezpeleta. El propio Cervantes acudió a auxiliarle, pero a los dos días un arbitrario juez, para favorecer a un escribano que tenía motivos para odiar a Ezpeleta y que por lo tanto quería desviar de sí toda sospecha, ordena la detención de todos los vecinos de la casa, entre ellos Cervantes y parte de su familia. El encarcelamiento debió de durar solo un día; pero en las declaraciones del proceso sobre el caso se plantean dudas sobre la moralidad del hogar del escritor, en el cual entraban caballeros de noche y de día. Vivía Cervantes en Valladolid con su mujer, sus hermanas Andrea y Magdalena, Constanza, hija natural de Andrea, e Isabel, hija natural del escritor. En Valladolid las llamaban, despectivamente, «las Cervantas»; y en el proceso, entre otras cosas, se descubren los amores de Isabel con un portugués.

En la Villa y Corte

En 1606 Cervantes regresa a Madrid, de donde apenas saldrá, excepto para breves estancias en Alcalá y Esquivias. En Madrid cambió varias veces de residencia hasta establecerse definitivamente en la calle del León. Por entonces se casó su hija Isabel; en 1609 y 1611 murieron sus hermanas Andrea y Magdalena, y la familia de Cervantes quedó reducida a su esposa y a su sobrina Constanza.

La única circunstancia en la que su destino estuvo a punto de tomar otro rumbo fue, en la primavera de 1610, el nombramiento del conde de Lemos, protector suyo, como virrey de Nápoles. Cervantes, como Góngora, abrigó el sueño de formar parte de su corte literaria y parece que se desplazó a Barcelona para defender sus pretensiones. Estuvo esperando durante tres meses para ser recibido, sin éxito. Tuvo que regresar a Madrid, desengañado. Pero su estancia en Barcelona resultó tan de su agrado que decidió aprovechar esta ciudad como uno de los escenarios de la segunda parte del Quijote. Además describe también sus experiencias con el bandolerismo y la piratería de la que fue víctima frente a las costas catalanas.

Varios acontecimientos de índole familiar marcan la vida del escritor durante estos años: desavenencias con su hija y luego una terrible sucesión de muertes: la de su hermana Andrea, la de su nieta Isabel y la de Magdalena, su hermana menor.

Todas estas desgracias le llevaron a acercarse a la Iglesia.

El retorno definitivo a las letras

Lo que más llama la atención durante estos años es el retorno definitivo del escritor a las letras, en un momento en que su fama empieza a extenderse más allá de los Pirineos. Participa en las justas literarias que se celebran en la Academia Selvaje, fundada por don Francisco de Silva y Mendoza.

Mientras, salen a luz nuevas ediciones del Quijote —en Bruselas en 1607, en Madrid en 1608—, Thomas Shelton traduce el Quijote al inglés y César Oudin comienza a traducirlo al francés.

Entretanto, Cervantes acaba de componer las doce obras que van a formar la colección de las Novelas ejemplares, que se publican en julio de 1612. Nada más salir de la imprenta, las Novelas ejemplares tuvieron un éxito fulgurante tanto en España como en el extranjero, donde las Novelas se convirtieron en el libro de cabecera de los que querían aprender español

Contemporáneo de las Novelas es el Viaje del Parnaso, publicado en noviembre de 1614, donde nos describe un viaje imaginario del autor desde Madrid a Grecia, alli presta ayuda a Apolo para desbaratar un ejército de poetastros, antes de volver a Nápoles y encontrarse finalmente en Madrid, donde descubre que todo fue un sueño.

Entretanto, en Madrid se vive una auténtica pasión por el teatro, con Lope de Vega convertido en ídolo del vulgo y de los discretos. Cervantes piensa que el éxito de Lope se debe a su habilidad para los negocios y su capacidad para adaptarse al gusto reinante.

Las reticencias de Cervantes ante la comedia lopesca explican el rechazo de los autores de comedias a incorporar a su repertorio sus obras y su consiguiente decisión de publicar sus Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados.

Avellaneda

Parece que desde su regreso a Madrid, Cervantes comienza la continuación de las aventuras de don Quijote y Sancho. En el prólogo a las Novelas ejemplares, redactado en 1612, ya habla de que está terminando la obra. Durante el verano de 1614 escribió al menos 23 capítulos. Es entonces cuando aparece en Tarragona el Segundo tomo de las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de Tordesillas.

Este Quijote apócrifo era producto de una superchería, corroborada por una cascada de falsificaciones. Además, el nombre de Avellaneda no era más que una máscara, tras la que se escondía un desconocido que hasta la fecha no se ha podido identificar.

Sea quien fuere el autor de la obra, el prólogo de Avellaneda, atribuido por algunos a Lope de Vega, hirió profundamente a Cervantes, al invitarle a bajar los humos y mostrar mayor modestia, además de burlarse de su edad y acusarle, sobre todo, de tener “más lengua que manos”, concluyendo con la siguiente advertencia: “Conténtese con su Galatea y comedias en prosa, que eso son las más de sus Novelas: no nos canse”.

Cervantes contestó con dignidad a estas acusaciones: primero, reivindica en el prólogo su manquedad; luego, en la misma narración, hace que don Quijote llegue a hojear el libro de Avellaneda, al coincidir en una venta con dos de sus lectores, decepcionados por las necedades que acaban de leer; por fin, incorpora a la trama del suyo a don Álvaro de Tarfe, uno de los personajes inventados por el plagiario, dándole la oportunidad para conocer al verdadero don Quijote y comprender que el héroe de Avellaneda se hizo pasar por él.

Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha

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En enero de 1615, quedan concluidos los últimos capítulos del libro. En los últimos días de noviembre sale a la luz la Segunda parte del Ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, que lleva a la novela a su perfección, asegurándole una consagración inmediata, confirmada en adelante por la posterioridad

Viejo, soldado, hidalgo y pobre… últimos días de Cervantes

Una visita de unos caballeros franceses que acompañaban al embajador Sillery, enviado a España para negociar la unión de Luis XIII con Ana de Austria, nos da una idea de la fama de Cervantes más allá de nuestras fronteras. Nos lo cuenta Francisco Márquez Torres, censor de la Segunda parte:

“Muchos caballeros franceses de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a mí y a otros capellanes del cardenal, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más válidos, y tocando a caso en este que yo estaba censurando (la segunda parte de Don Quijote, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: La Galatea, que algunos dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y lasNovelas. Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofrecí llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: “Pues, ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?” Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza, y dijo: «Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo.”

El Persiles

220px-Los_trabajos_de_Persiles_y_Sigismunda_(1617)

Durante los últimos meses de su vida, Cervantes dedicará las pocas fuerzas que le quedan a concluir Los trabajos de Persiles y Sigismunda, novela cortada por el patrón de la novela griega. Tras prometer el Persiles año tras año, Cervantes concluye su redacción cuatro días antes de su muerte. Será la viuda la que entregue el manuscrito póstumo, en enero de 1617.

No sabemos si Cervantes llegó a concretar otros proyectos, de los que dan cuenta prólogos y dedicatorias: la comedia El engaño a los ojos; la novela, El famoso Bernardo; una colección de novelas, Las semanas del jardín y la prometida segunda parte de La Galatea.

«Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos…»

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Algunas de las anécdotas relativas a sus últimos momentos no resisten la revisión del tiempo. Sabemos que murió en la calle León de Madrid, en la planta baja de la casa de un escribano de familia numerosa. Miguel de Cervantes se había instalado allí poco antes, con su mujer Catalina y una criada, gracias al dinero ganado con sus últimas publicaciones, escapando de una casa de la calle Huertas, descrita como «antigua y lóbrega», donde había pasado sus últimos años.

El 18 de abril recibe los últimos sacramentos y Cervantes sabe ya que se está muriendo. La sed inextinguible que él mismo confiesa nos remite a una posible diabetes, enfermedad mortal en la época. Al día siguiente de la ceremonia, aprovecha un breve respiro para dirigir al conde de Lemos una admirable dedicatoria. El 20 de abril, dicta de un tirón el prólogo del Persiles y concluye dirigiéndose al lector:

“Mi vida se va acabando y al paso de las efemérides de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida […]. Adiós gracias; adiós donaires; adiós, regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida

El viernes, 22 de abril, Miguel de Cervantes muere. Al día siguiente, en los registros de San Sebastián, su parroquia, se consigna su muerte, el sábado 23, día de su entierro. Fue enterrado en el convento de las Trinitarias, aunque sus restos fueron dispersados en la reconstrucción del convento. Su testamento se perdió. Quedan las obras de este “raro inventor”, como él mismo se llama en el Viaje del Parnaso, a quien el Quijote le valió entrar en la leyenda.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

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